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LA VERDAD sobre el HURACAN DE SAN ZENON: Trujillo y la PEOR tragedia de su época

  • Writer: Kiskeya Life
    Kiskeya Life
  • Dec 12, 2024
  • 10 min read

Todos conocemos la historia: el 3 de septiembre de 1930, un huracán devastador golpeó Santo Domingo, destruyendo gran parte de la ciudad, causando estragos y cobrando miles de vidas. Es recordado como quizás el peor desastre en la historia de la República Dominicana, pero también como el renacer de la nación bajo su recién electo presidente, Rafael Trujillo.

Sin embargo, encontré una cita impactante de un historiador de la época: “[…] la cacareada destrucción de la ciudad Capital no es más que un mito […]”. Resulta que varios historiadores comparten esta visión.

¿Es posible que lo que siempre hemos creído —y lo que nos enseñaron en la escuela— sobre este huracán sea solo un mito, “una invención, una farsa”? Esta es la historia del devastador huracán San Zenón, el huracán que reescribió la historia. Pero recordemos que la historia suele ser escrita por el vencedor…

El Huracán San Zenón: La Tormenta que Reescribió la Historia

El 3 de septiembre de 1930, un huracán devastador azotó Santo Domingo. Las imágenes que se nos quedan en la memoria colectiva son las de una ciudad destruida, con miles de muertos, edificios derrumbados y familias atrapadas bajo los escombros. Este desastre se convirtió en uno de los más grandes que la República Dominicana haya sufrido, pero a su vez, en el renacer de una nación bajo la férrea mano de su recién electo presidente, Rafael Trujillo. Sin embargo, hoy en día, algunos historiadores sostienen que lo que nos enseñaron sobre ese huracán podría ser solo un mito, una farsa elaborada para fortalecer la figura de Trujillo. Esta es la historia del huracán San Zenón, el huracán que reescribió la historia.

7 años antes: El Farol de Colón

Siete años antes, en 1923, en Santiago de Chile, diplomáticos de 17 países americanos se reunían en la Quinta Conferencia Internacional Americana. En esa reunión se decidió, entre otras cosas, construir un faro en honor a Cristóbal Colón, el hombre que había cambiado el curso de la historia al descubrir el Nuevo Mundo. La ciudad elegida para erigir este monumento fue Santo Domingo, la primera ciudad fundada en América. Nadie sabía entonces que esta decisión tendría un impacto tan grande en el futuro del país.

5 años antes: La Capital en Crisis

Santo Domingo estaba cambiando rápidamente. La capital, que hasta entonces había mantenido su carácter colonial tranquilo, comenzaba a llenarse de nuevos habitantes. La guerra con los Estados Unidos había quedado atrás en 1924, y miles de personas del campo llegaron a la ciudad en busca de mejores oportunidades. Sin embargo, la realidad era mucho más complicada. El país aún no se había recuperado de la invasión estadounidense y las tensiones económicas seguían siendo palpables. La falta de trabajo, el desempleo generalizado y la escasa infraestructura agravaban la situación.

Los barrios marginales comenzaron a crecer. Nuevas comunidades se asentaban en las afueras de la ciudad, en condiciones de extrema pobreza. Casas de madera con techos de zinc se levantaban en lugares precarios, mientras que el gobierno de Horacio Vásquez no lograba satisfacer las necesidades de los nuevos habitantes. En estos barrios, nacían las semillas de una tragedia que cambiaría la ciudad para siempre.

1 mes antes: Violencia y Temores

A finales de agosto de 1930, mientras la ciudad vivía en una tensa calma política, el ambiente se llenaba de violencia. En las calles, el escuadrón paramilitar de Trujillo, conocido como la “42”, recorría los barrios aterrorizando a los opositores. La política electoral estaba marcada por amenazas y disparos. Los que no se alineaban con Trujillo se retiraban, temerosos de las represalias. El famoso Trío Matamoros, que había llegado de Cuba a Santo Domingo, no solo llenaba las calles con su música alegre, sino también con disparos y un ambiente de opresión.

La violencia política presagiaba la tormenta que se estaba gestando en las calles, una tormenta mucho más peligrosa que la que estaba por llegar del océano. Mientras tanto, Rafael Leónidas Trujillo, un joven militar con grandes ambiciones, se preparaba para asumir la presidencia.

2 semanas antes: La Asunción de Trujillo

El 16 de agosto de 1930, Trujillo asumió la presidencia de la República Dominicana. Su victoria, aunque arrolladora, fue cuestionada. Se decía que las elecciones habían estado llenas de irregularidades, que hubo más votos que votantes, y que la intimidación fue clave para su aplastante triunfo. Pero nadie se atrevió a hablar en voz alta. Trujillo controlaba el ejército y cualquier intento de desafiar los resultados electorales era sofocado en un peligroso silencio.

El hombre que prometía “prosperidad y orden” se presentaba como un líder fuerte que haría lo que fuera necesario para asegurar el futuro del país. Pero en las sombras de su ascenso al poder, el temor de sus opositores crecía. Trujillo parecía ser la única esperanza para algunos, pero una amenaza para otros. Y mientras tanto, el viento soplaba más fuerte sobre el Atlántico.

10 días antes: La Tormenta se Forma

Lejos, en las aguas del Atlántico, una tormenta comenzaba a formarse. A finales de agosto, las condiciones atmosféricas eran perfectas para que se desarrollara un fenómeno meteorológico. El calor del océano intensificó las nubes y la tormenta creció rápidamente. Los vientos se volvieron más fuertes y la tormenta comenzó a tomar forma, avanzando hacia el oeste, hacia Santo Domingo.

1 día antes: La Fuerza del Huracán

El 2 de septiembre, la tormenta ya se había convertido en un huracán de categoría peligrosa. El capitán del barco Coamo, que se dirigía a Santo Domingo, luchaba por mantener el rumbo mientras el viento azotaba con furia. El barco sobrevivió, pero la tripulación quedó conmocionada por la fuerza de los vientos. La tormenta ya había golpeado Puerto Rico, pero al cruzar el Canal de la Mona entre Puerto Rico y la República Dominicana, el huracán ganó una fuerza descomunal. La ciudad de Santo Domingo se preparaba para lo peor, sin saber que la devastación estaba a punto de llegar.

Pocas horas antes: El Último Día de Paz

La mañana del 3 de septiembre comenzó tranquila, pero el cielo rápidamente se oscureció. Algunos curiosos, como los miembros del Trío Matamoros, que paseaban cerca del malecón, comenzaron a notar que algo extraño se aproximaba. El barco Memphis, encallado en la costa desde 1916, se movía violentamente por la marea creciente. Algunos se preguntaban si la tormenta sería tan grave como decían los meteorólogos. En una iglesia cercana, el sacerdote les habló sobre San Zenón de Verona, y al salir, el viento comenzó a intensificarse.

Para cuando el Trío Matamoros se retiró, ya era evidente que la tormenta sería histórica. A las 1:00 p.m., el huracán comenzó a golpear la ciudad con vientos de hasta 240 km/h. La destrucción fue inmediata.

El Impacto: Destrucción y Muerte

A medida que el huracán azotaba Santo Domingo, el caos se desató. Las tejas de zinc volaban como cuchillas, matando a quienes se cruzaban en su camino. Los techos de las casas se desplomaban, las chabolas de los barrios más pobres se desintegraban y el río Ozama se desbordaba, arrasando todo a su paso. Las calles se inundaban, y la gente se veía arrastrada por las aguas.

A las 4:00 p.m., después de una breve calma, la segunda mitad de la tormenta llegó con más fuerza, destruyendo lo poco que quedaba de la ciudad. Los sobrevivientes, en shock, salieron a las calles buscando a sus seres queridos. La ciudad estaba hecha pedazos.

El Día Después: La Tragedia

El 4 de septiembre, Santo Domingo despertó a un paisaje apocalíptico. Miles de muertos y desaparecidos, escombros por doquier, y una población que no sabía cómo empezar a reconstruir sus vidas. Los barrios pobres fueron los más afectados, mientras que el centro colonial, con sus edificios de piedra, resistió mejor el impacto.

Esa misma tarde, un avión de Pan American Airways sobrevoló la ciudad, transmitiendo al mundo la magnitud del desastre. El presidente Trujillo, aunque recién electo y con poderes limitados, organizó los esfuerzos de rescate. Sin embargo, su autoridad era cuestionada y necesitaba más poder para enfrentar la crisis.

El Renacimiento: La Manipulación del Desastre

Aprovechando la devastación, Trujillo pidió al Congreso que le otorgara poderes extraordinarios, proclamando la ley marcial para poder controlar la situación. Ante la gravedad del desastre, el Congreso accedió, y Trujillo se convirtió en el hombre más poderoso de la nación.

Con el control absoluto, Trujillo comenzó la “reconstrucción” de la ciudad, organizando comisiones de emergencia, creando hospitales improvisados, y movilizando ayuda internacional. Trujillo se mostró como el salvador del país, y su nombre empezó a asociarse con el renacimiento de la nación. Sin embargo, el huracán San Zenón no solo trajo destrucción, sino que también sirvió para reescribir la historia del país a favor de su régimen. Se empezó a hablar de un “nuevo comienzo” para la República Dominicana, con Trujillo como el gran líder que rescató a la nación del desastre.

Pero muchos historiadores hoy en día consideran que la destrucción de la ciudad fue mucho más limitada de lo que se nos ha contado. Las zonas más pobres fueron las más afectadas, mientras que la zona colonial resistió bastante bien. El mito de la “destrucción total” de la ciudad, dicen algunos, fue una exageración orquestada por Trujillo para consolidar su poder.

El Mito de San Zenón

El huracán San Zenón se recuerda, sin duda, como una tragedia masiva. Pero el desastre fue usado por Trujillo para crear su narrativa… “…cada vez que me acuerdo del ciclón, se me enferma el corazón” dice Miguel Matamoros, con un tono de nostalgia y dolor en su voz. La tragedia del huracán San Zenón, que devastó la ciudad de Santo Domingo el 3 de septiembre de 1930, no solo dejó un rastro de muerte y destrucción, sino que también cambió para siempre la historia de la República Dominicana. Sin embargo, esa historia, como muchas otras, está envuelta en un manto de mitos, distorsiones y manipulaciones que la convierten en algo mucho más grande de lo que realmente fue.

Para muchos, San Zenón es recordado como el gran desastre, la tormenta que arrasó con todo. Se dice que fue la peor catástrofe que haya golpeado al país, una tragedia tan enorme que, según algunos relatos, todo Santo Domingo quedó destruido. Pero cuando se examina más de cerca, como lo hacen algunos historiadores, la realidad es más compleja. La ciudad no fue barrida por completo como se nos ha contado durante generaciones. No fue una destrucción total, sino parcial. Las zonas más vulnerables, los barrios más pobres, aquellos que ya vivían en condiciones precarias, fueron los más afectados. Y ahí es donde la tormenta encontró su verdadera tragedia, en la miseria y la desigualdad.

San Zenón fue un huracán fuerte, sí, pero no fue el fenómeno más destructivo en la historia de los huracanes en la región. Huracanes como David (1979) o George (1998) fueron mucho más poderosos, y sin embargo, el impacto de San Zenón en la capital fue devastador debido a la falta de preparación, la infraestructura frágil, y la pobreza que azotaba a las clases más bajas. La capital colonial resistió mejor, con sus edificios de piedra y su estructura más sólida. Por eso, las imágenes de la destrucción total que nos llegaron a través de las fotos y los informes de la época son solo una parte de la historia, un reflejo de la realidad pero no la realidad completa.

Sin embargo, como en tantas otras ocasiones, la historia la escriben los vencedores. Y el hombre que se aprovechó de esta tragedia fue Rafael Trujillo, el recién electo presidente de la República Dominicana. Ante la devastación, Trujillo vio una oportunidad para consolidar su poder. El huracán San Zenón no solo fue un desastre natural, sino un acontecimiento que él supo aprovechar para reescribir la historia de la nación a su favor. En sus discursos, hablaba de un “renacimiento”, de un país que se levantaba de las cenizas de la tragedia. Pero no se trataba solo de reconstrucción física, sino de reconstrucción ideológica. Trujillo se presentó como el salvador de la patria, el hombre que traería el orden y la prosperidad a una nación desbordada por el caos.

La figura de Trujillo comenzó a ganar fuerza con la respuesta ante el huracán. Organizó la ayuda internacional, pidió la declaración de la ley marcial para imponer su control absoluto sobre la situación y comenzó a movilizar recursos para reconstruir la ciudad. Pero muchos de sus críticos ya veían los peligros de esta concentración de poder. Aunque el país necesitaba ayuda y Trujillo fue clave en los esfuerzos de recuperación, su utilización del desastre como trampolín político hizo que muchos temieran que la tragedia fuera solo una excusa para afianzar su dominio sobre la nación. La construcción del Faro a Colón, un monumento en honor a Cristóbal Colón y, a su vez, a su propia imagen, se convirtió en un símbolo de esa “nueva patria” que él prometió levantar de las ruinas.

El mito de la destrucción total de Santo Domingo cobró fuerza en los meses posteriores, alimentado por la propaganda estatal. Trujillo no solo reconstruyó la ciudad, sino que también reescribió la historia para presentarse como el líder que, al igual que un nuevo Colón, había rescatado al país de sus propios fracasos. En sus discursos, hizo del huracán San Zenón el punto de inflexión, el momento en que la nación despertaba a una nueva era, una era de orden, prosperidad y, por supuesto, de su liderazgo absoluto.

Pero, como señala el historiador Félix A. Mejía, la “destrucción total” de Santo Domingo es un mito. La ciudad no fue completamente arrasada; las imágenes de la destrucción se centraron en las áreas más pobres, mientras que las zonas más protegidas y las clases más altas apenas sintieron los efectos de la tormenta. La propaganda del régimen se encargó de crear una narrativa que distorsionaba la verdad, exagerando el impacto para consolidar aún más el poder de Trujillo.

La tragedia de San Zenón, con su devastación y sufrimiento, no fue solo una tragedia natural, sino una tragedia política. Trujillo utilizó la catástrofe para moldear la percepción pública de su liderazgo, presentándose como el hombre que había salvado a la República Dominicana de la destrucción. A través de este proceso, reescribió la historia del país, haciendo de él el “héroe” de la nación, mientras que las víctimas del huracán y aquellos que se oponían a su régimen quedaban en las sombras de la narrativa oficial.

Es por eso que, incluso hoy, el huracán San Zenón sigue siendo un tema de debate, no solo por su impacto físico en la ciudad, sino por su trascendencia en la historia política y cultural de la República Dominicana. La pregunta que muchos se siguen haciendo es si realmente Trujillo fue el “padre” de una nueva patria, si su intervención fue realmente lo que el país necesitaba, o si simplemente aprovechó una tragedia para forjar su propio mito y asegurarse un control absoluto sobre la nación.

Mientras tanto, para los sobrevivientes y sus familias, la memoria del huracán San Zenón es un recuerdo imborrable de dolor y pérdida. Los restos de aquellos que murieron bajo los escombros, cuyas tumbas fueron arrasadas para dar paso a un nuevo monumento que no llevaba el nombre de las víctimas, siguen siendo parte de una historia no contada. El monumento de Trujillo, que en su momento fue dedicado a los caídos del huracán, fue desmantelado años después para hacer lugar a una figura más personal: un parque dedicado a su hijo, Ramfis. La memoria de las víctimas quedó enterrada, como los cuerpos en las fosas comunes bajo la Plaza Colón, para siempre ocultos en la oscuridad de la historia oficial.

Hoy, generaciones posteriores al régimen de Trujillo siguen cargando con la herencia de esa “cultura del desastre”, una visión pesimista de la historia que ha moldeado la identidad nacional de manera profunda. Sin embargo, hay quienes aún se resisten a aceptar esa narrativa de fracasos y tragedias, y buscan recordar que, a pesar de todo, la República Dominicana ha sido una nación de resistencia, de lucha y de esperanza. Quizás, al revisar la historia, podamos encontrar una visión más equilibrada, una que nos permita comprender el pasado sin caer en las distorsiones que el poder de turno ha querido imponer.

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